
La vieja política
A los 64 años y con más de 130 películas en el zurrón, John Ford se embarcó en el rodaje de una película totalmente alejada de los espacios abiertos y salvajes que le habían aupado al olimpo del cine. Su nuevo proyecto se titulaba El último hurra, una recreación de la vida de James Michael Curley, cuatro veces alcalde de Boston, que ya había sido adaptada en una novela por el periodista Edwin O’Connor. Del guion del filme se encargó Frank S. Nugent, aunque dadas las reticencias de Curley hacia la producción, se decidió cambiar el nombre del protagonista y no mencionar que la acción se situaba en Boston, sino en una ciudad cualquiera de Nueva Inglaterra.
El último hurra narra la derrota de Frank Skeffington (Spencer Tracy) en su afán por ser reelegido alcalde por quinta vez. Pero la película va mucho más allá: en realidad, Ford está narrando la extinción de un modo de hacer política que había arrancando un siglo atrás con Abraham Lincoln. Hasta Skeffington sabe que es un dinosaurio abocado a la extinción. Atrás quedan los tiempos en los que el político podía hablar de tú a tú con sus votantes, interesarse por su familia y amistades, o engatusarlos con la manida historia del inmigrante que vive el gran sueño americano. Estamos casi en los sesenta, la televisión se ha colado en nuestras casas y nos tragamos todo lo que nos vende. La política es el deporte número uno y hay que convencer al votante de que se ponga tu camiseta y queme la del contrario. Sin más.
Claro que Skeffington también ha sabido jugar sus cartas. El guion del magnífico Nugent introduce la ambigüedad suficiente como para entender que el alcalde es un embaucador que tira de carisma para ganar las elecciones. Él sabe cuándo acudir a un entierro y cuándo recibir a los ciudadanos en su mansión. Sabe cómo tratar a los periodistas y cómo ganarse a su sobrino, Adam Caulfield (Jeffrey Hunter). Lo que Ford quiere transmitir es que, en los políticos como Skeffington, al menos hay eso: carisma. Un hombre capaz de emocionar con gestos campechanos y palabras conmovedoras, que se faja en el toma y daca de las distancias cortas. Por el contrario, los nuevos políticos son marionetas de banqueros y empresarios. Así que da lo mismo quién esté al mando mientras sea alguien sumiso, tenga un currículum intachable y salga a menudo por la tele. ¿Dardo envenenado hacia JFK?
El reencuentro con Tracy
Hablando de carisma, la película no sería igual sin Spencer Tracy. Su naturalidad es tan grande que da la impresión de ser el político que vemos en pantalla. Tracy no trabajaba para Ford desde que debutó en el cine con Río arriba (1930). Las malas lenguas dicen que Ford no había querido relacionarse con él desde entonces porque tenía envidia de la admiración que le profesaba Katharine Hepburn. Pero la verdad es que en el rodaje de El último hurra se llevaron a la perfección. Tanto es así que Tracy declaró que sería un gran colofón retirarse del cine de la mano del director que le hizo debutar. Sin embargo, ya sabemos que Tracy siguió adelante con su carrera y protagonizó películas tan importantes como La herencia del viento (1960), ¿Vencedores o vencidos? (1961) o Adivina quién viene esta noche (1967).
Y si natural es la interpretación de Tracy, lo mismo se puede decir de la dirección de Ford. Como si llevara rodando intrigas políticas toda su vida. Casi todas las escenas son interiores, pero Ford se las arregla para colocar a un montón de personajes sin que sobre ninguno, otorgándoles la frase que justifica su presencia. Es más, parece que Ford también quisiera rendir tributo una estirpe de viejos actores que ahora se veían arrinconados por las hornadas del Actors Studio: Pat O’Brien, Basil Rathbone, Donald Crisp, James Gleason, John Carradine, Ricardo Cortez, Wallace Ford… Estoy seguro de que habría metido a alguno más, aunque fuera con calzador. Varios de ellos le habían regalado momentos legendarios de su filmografía.
Si El último hurra se ve en general con agrado por el tejemaneje político, la elegante fotografía en blanco y negro de Charles Lawton Jr. y el soberbio trabajo de Tracy, los últimos veinte minutos son maravillosos. Empiezan con la derrota de Skeffington, reflejada en ese precioso travelling horizontal en el que se contrasta su deambular cabizbajo con el desfile triunfal del ganador de las elecciones. Continúa con el sobrecogedor infarto de Skeffington al llegar a casa, a los pies del retrato de su difunta esposa. Y termina con otro desfile: el de los escuderos de Skeffington, que suben las escaleras para despedirse de él. Las sombras de la pared reflejan el vacío de unos hombres que no habrían llegado a nada de por ser por el alcalde.
NOTABLE | ⭐️⭐️⭐️⭐️
Título original: The Last Hurrah (1958). Dirección: John Ford. Reparto: Spencer Tracy, Jeffrey Hunter, Dianne Foster, Pat O’Brien, Basil Rathbone, Donald Crisp, James Gleason, Edward Brophy, John Carradine, Willis Bouchey, Basil Ruysdael, Ricardo Cortez, Wallace Ford, Frank McHugh, Carleton Young. Duración: 121 minutos. País: Estados Unidos.