John Wayne sabe actuar
Tras la masacre de Fort Apache (1948) y el paréntesis de Tres padrinos (1948), John Ford inició el rodaje de La legión invencible, segunda entrega de la Trilogía de la Caballería, con un equipo similar en todos los frentes: Frank S. Nugent y Laurence Stallings como autores del guion adaptado, Winton C. Hoch en la dirección de fotografía y John Wayne como cabeza de reparto. Era la decimotercera vez que Ford dirigía a Wayne, aunque Pappy había barajado antes el nombre de Henry Fonda porque pensaba que el papel era demasiado ambicioso para las cualidades interpretativas del Duque. Ford cambió de opinión cuando vio a Wayne en Río Rojo (Howard Hawks, 1948) y exclamó: «¡No sabía que ese hijo de puta supiera actuar!»
Parece lógico que Ford tuviera sus reservas sobre si Wayne iba a estar capacitado para encarnar al capitán Nathan Cutting Brittles, líder de un destacamento de la caballería que pelea contra los nativos americanos poco después de la debacle del general Custer en Little Bighorn. Para empezar, Wayne tenía que meterse en la piel de un hombre a punto de jubilarse —es decir, unos veinte años mayor que él— y, para continuar, su actuación debía de ser sutil: carismática, pero no frívola; rotunda, pero sólo hasta cierto punto, dejando espacio para la sensibilidad y la duda. Había que ser muy bueno o tener muchas tablas para ceñirse a unos márgenes tan estrechos. Ford pensó en Fonda porque estaba más acostumbrado a los registros ambiguos y tenía un currículum más variado. Pero Wayne demostró que podía hacerlo: cumplió a rajatabla con lo que pedía el guion y se aseguró así de que Ford también contara con él para interpretar a personajes complejos en futuras películas.
La legión invencible es una película tan optimista como un recluta ansioso por entrar en combate. Y es, obviamente, un filme propagandístico sobre la fortaleza del ejército y su importancia para cohesionar la nación estadounidense. Ford vuelve a su viejo espíritu grupal para recordarnos que no importa las veces que caigamos derrotados siempre que podamos volver a levantarnos. Pero no es un discurso molesto porque el director lo afronta de manera tangencial: lo comprendemos e interiorizamos a través de las acciones de los personajes, de la cotidianeidad del fuerte ante los tambores de guerra, de la resiliencia de hombres, mujeres y niños por asentarse en un páramo hostil como el desierto de Arizona. Es decir, que no hay arengas patrióticas, ni políticos que roben protagonismo, ni escenas lastimosas que fuercen la empatía con los protagonistas.
En La legión invencible, la nostalgia es el capitán Brittles acudiendo por las tardes al cementerio para dar el parte del día a su mujer e hijas. No sabemos de qué murieron ellas, ni si fue doloroso enterrarlas, ni de lo que sería capaz Brittles por tenerlas de nuevo entre sus brazos. No lo sabemos, pero lo comprendemos. Y ocurre lo mismo con otras emociones que Ford va destilando con la simplicidad de quien silba mientras camina. Por ejemplo, la lealtad, reflejada en esa divertida pelea que Brittles le organiza, casi de improviso, al sargento Quincannon (Victor McLaglen). Por ejemplo, el orgullo, que se manifiesta en las excusas que encuentra Brittles para consultar el reloj de bolsillo que le regalan sus soldados. O, por ejemplo, el miedo a jubilarse del capitán, como demuestra su obsesión por contar los días y las horas que le faltan para abandonar el puesto. Cuando queremos darnos cuenta, Ford ya nos ha ganado para la causa.
En el apartado técnico hay dos factores que juegan un papel esencial. El primero es la música, compuesta por varios himnos de caballería que entonan los propios soldados. Y, el segundo, la lección de fotografía de Winton C. Hoch, que no sólo crea una textura asombrosa —creo que a él le debemos la imagen mental que se nos forma en la cabeza al pensar en una diligencia desbocada— sino por planos como el del funeral a la hora del crepúsculo, que podría pertenecer a una galería de pinturas sobre la frontera del Oeste en el siglo XIX. En el mismo sentido, las guerreras azules y amarillas de los soldados, aun manchadas de polvo, crean un bello contraste con los colores terrosos de Monument Valley. Por último, la feliz coincidencia de una tormenta sobre el desierto permitió a Hoch captar los relámpagos sobre el avance de la caravana. Y aunque se quejó al sindicato porque esos planos le supusieron horas extras no retribuidas, es probable que gracias a ello ganase el Oscar a la Mejor Fotografía en Color.
Para acabar, no olvidemos que el título original de La legión invencible es She Wore a Yellow Ribbon, una referencia a la subtrama de Olivia Dandridge (Joanne Dru) con sus dos pretendientes: el teniente Cohill (John Agar) y el segundo teniente Pennell (Harry Carey Jr.). Puede que sea una historia superflua, pero es parte de la función del capitán Brittles como padre de familia, una especie de redención a su tragedia personal, y aporta calidez a este notable relato sobre la conquista del Oeste.
NOTABLE | ⭐️⭐️⭐️⭐️
Título original: She Wore a Yellow Ribbon (1949). Dirección: John Ford. Reparto: John Wayne, Joanne Dru, John Agar, Ben Johnson, Harry Carey Jr., Victor McLaglen, Mildred Natwick, George O’Brien, Arthur Shields. Duración: 103 minutos. País: Estados Unidos.