Soldado Shirley Temple
A priori, La mascota del regimiento era un proyecto que estaba en las antípodas de los gustos de John Ford. Por mucho que uno de los apodos por el que se le conocía en el mundo del cine fuera el de Pappy, Ford odiaba trabajar con niños (al menos, en 1937). Y es de suponer que aún le hacía menos gracia que una marisabidilla de 8 años como Shirley Temple pudiera convertir un filme bélico en una moralizante comedia sobre dos ejércitos enfrentados a muerte. Entonces, ¿por qué aceptó Ford el encargo? En primer lugar, porque Darryl F. Zanuck puso en sus manos un presupuesto superior al millón de dólares con el que no tendría que apretarse el cinturón. Y, en segundo lugar, porque así se lo pidió su amigo Victor McLaglen, a quien ya había dirigido en ocho películas (las dos últimas: La patrulla perdida y El delator). Para Ford, el dinero y la lealtad tiraban más que dos carretas.
El resultado no fue todo lo catastrófico que uno podría imaginar teniendo en cuenta el choque de caracteres entre la niña dulce y el padre gruñón: La mascota del regimiento es una película que se deja ver porque Ford limita al máximo los excesos interpretativos de Temple. El director comprendió que situar a la pequeña en un contexto violento —la rebelión del ejército indio contra la ocupación británica— sería más que suficiente para emocionar al público, así que optó por recortar sonrisas, mohines y todo aquello que significara un peligro de indigestión. Más aún cuando la propia figura de Temple podía serlo, ya que la joven actriz, una máquina de hacer dinero para la Fox, había protagonizado ¡quince! películas entre 1934 y 1936, e incluso había sido premiada con un Oscar en 1935 «en agradecimiento a su destacada contribución al cine de entretenimiento».
Basada en un relato de Rudyard Kipling (autor de El libro de la selva y El hombre que pudo reinar), La mascota del regimiento tiene dos partes muy diferenciadas. La primera es una sucesión de gags situados en el destacamento británico del coronel Williams (C. Aubrey Smith), abuelo de Priscilla (Shirley Temple). Escenas de humor blanco que tienen cierta gracia e incluso bordean el surrealismo, como cuando los protagonistas se ponen a gritar «¡Mohammet Dihn!» como si estuvieran en una película de los hermanos Marx. Además, Ford se las ingenia para librarse de Temple en algunas escenas y dar rienda suelta a un humor más brusco con el que caracterizar al sargento MacDuff (Victor McLaglen); por ejemplo, aquella en la que MacDuff tira a un niño a un barreño de agua y después se zambulle en el lavabo donde los soldados se están afeitando.
La segunda mitad de la película es más oscura y, por tanto, la que tiene más mérito al ser la más complicada de dirigir sentimentalmente hablando. La guerra hace acto de presencia, y los enredos que cimentaban la complicidad entre MacDuff y Priscilla saltan por los aires cuando el sargento es gravemente herido. Su muerte es tan sobria que uno puede imaginarse a Ford escrutando de cerca a Temple para asegurarse de que no derramaba ni una sola lágrima. Conseguida esta demolición controlada, el director le permite entonar el Auld Lang Syne no como si estuviera despidiéndose del sargento, sino con el academicismo de una función escolar. La inocencia de la niña hace el resto; la escena emociona sin empachar.
Más allá de Temple, Ford saca partido de los tópicos escoceses —las faldas, las gaitas y toda la parafernalia que, en opinión de algunos historiadores con mala uva, les hicieron perder tantas batallas— y maneja bastante bien el obligado final feliz: es imposible que una niña de ocho años pueda reconciliar a nativos y colonos, pero sí al menos provocar una tregua que cese las hostilidades por una temporada. Un final en el que Ford inserta otro de sus gags marca de la casa, aquel en el que los indios arrojan por un barranco a Mohammet Dihn (Willie Fung) mientras éste se parte de risa. Pero ello no consigue borrar la sensación de película prefabricada que planea por todo el metraje, ni tampoco el hecho de que en algún momento Ford no sepa qué hacer con algunos personajes o con la trama romántica entre la madre de Priscilla (June Lang) y el teniente Coppy (Michael Whalen).
Pese a los prejuicios iniciales, la experiencia fue satisfactoria para Ford, que desde este rodaje inició una curiosa amistad con Shirley Temple, hasta el punto de ficharla once años después, en Fort Apache (1948), y de apadrinar a su primera hija. Por su parte, Temple recordaría con cariño el rodaje de La mascota del regimiento porque le encantó vestirse con ropa militar, por la espectacularidad de las cargas a caballo y, sobre todo, porque supo ganarse el respeto de alguien tan aparentemente arisco como John Ford.
FLOJA | ⭐️⭐️
Título original: Wee Willie Winkie (1937). Dirección: John Ford. Reparto: Shirley Temple, Victor McLaglen, C. Aubrey Smith, June Lang, Michael Whalen, César Romero, Constance Collier, Douglas Scott, Gavin Muir, Willie Fung. Duración: 100 minutos. País: Estados Unidos.