
Lloyd Bacon nació el 4 de diciembre de 1889 en San José, California. Hijo de los actores teatrales Frank Bacon y Jennie Weidman, estudió en la Universidad de Santa Clara e inició su carrera como actor en los westerns de Broncho Billy Anderson y en comedias de Charles Chaplin como Charlot, vagabundo (1915) o Charlot, boxeador (1915). A principios de los años veinte reorientó su carrera hacia la escritura de gags e hizo sus primeras incursiones como director, siendo reclutado por la Warner Bros. en 1925. Tras los éxitos de los musicales La calle 42 (1933) y Desfile de candilejas (1933), Bacon obtuvo estabilidad dentro del estudio y pudo rodar películas de todos los géneros, aunque no ganó ningún premio. Más tarde pasó a la 20th Century Fox con menor suerte. Murió de una hemorragia cerebral en Burbank, California, el 15 de noviembre de 1955.
Filmografía básica
La calle 42 (42nd Street, 1933) ⭐️⭐️⭐️⭐️
La calle 42 no sólo fue el primer gran éxito de Lloyd Bacon como director, sino una de las películas que aliviaron los problemas económicos de la Warner en mitad de la Gran Depresión, ya que la recaudación de taquilla multiplicó por cinco los 439.000 dólares de presupuesto. Desde el punto de vista artístico, es uno de los musicales más influyentes de la historia; sobre todo por el impresionante número final, que fue dirigido por el prestigioso coreógrafo Busby Berkeley. Además, La calle 42 saca provecho de los últimos meses de permisividad del código Hays a través de un guion repleto de insinuaciones sexuales y juegos de palabras. Bajo una apariencia de comedia jovial, el filme caricaturiza los miedos y las pretensiones del mundo de la farándula. La dirección de Bacon es ágil y moderna, con transiciones rápidas, escenas que van al grano y unos secundarios muy carismáticos.
Ha entrado un fotógrafo (Picture Snatcher, 1933) ⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️
El arrollador James Cagney encarna a Danny Kean, un ex convicto de Sing Sing que consigue un trabajo como fotógrafo en el diario sensacionalista Graphic News y que, en paralelo, se lía con la hija del teniente que lo metió en chirona. Tal como ocurría en La calle 42, la película tiene una apariencia de comedia alocada, pero es mucho más profunda porque pone sobre la mesa el debate de la ética periodística a la hora de ilustrar noticias tan escabrosas como la de un bombero cuya esposa ha muerto en un incendio o la de una reclusa ejecutada en la silla eléctrica. El ritmo es tan frenético como el de una imprenta a la hora de cierre, y las escenas de acción incluyen una emocionante persecución nocturna y un tiroteo que haría las delicias de Michael Mann. El escurridizo protagonista llega a eludir la condena que seguramente le habría impuesto el código Hays.
Desfile de candilejas (Footlight Parade, 1933) ⭐️⭐️⭐️⭐️
Warner Bros. volvió a sacar tajada del tándem Bacon-Berkeley en este musical que repitió el éxito de La calle 42. La comedia va encaminada desde el principio hacia un final recargado en el que seremos espectadores de tres súper coreografías; la segunda de ellas, titulada By the Waterfall, es historia del cine por su dificultad técnica y por su descarado barroquismo kitsch. Pero Desfile de candilejas también es un desafío constante hacia el puritanismo que se estaba abriendo paso a golpe de decreto en los Estados Unidos: dedicarle una canción a una prostituta o filmar las entrepiernas de las coristas iba a estar prohibido a partir de 1934. Por lo demás, la película puede disfrutarse desde el prisma del enredo romántico gracias al carisma de Joan Blondell y James Cagney, quien bailaba ante la cámara por primera vez tras sus experiencias en el vodevil.
La mujer marcada (A Marked Woman, 1937) ⭐️⭐️⭐️⭐️
Película feminista en la que Bette Davis lidera a un grupo de prostitutas esclavizadas por Johnny Vanning (Eduardo Ciannelli). Con la ayuda del abogado David Graham (Humphrey Bogart), las chicas se irán rebelando contra el mafioso aun a riesgo de sus propias vidas. Lloyd Bacon hace un uso inteligente del fuera de campo para mostrar la violencia contra las mujeres, así como de unos primeros planos que interpelan al espectador. El guion, firmado por Robert Rossen y Abem Finkel, incide en la sororidad como elemento clave para denunciar los abusos. La escena del juicio promete un clímax que no llega a producirse, pero queda compensada por la alegórica desaparición de las mujeres entre la niebla. Excelente trabajo de Bette Davis, que acababa de demandar a la Warner para que le dieran papeles más relevantes.
A Slight Case of Murder (íd., 1938) ⭐️⭐️
Simpática comedia acerca de un empresario cervecero (Edward G. Robinson) cuyo negocio se va a pique tras la abolición de la Ley Seca porque su cerveza es repugnante. Apenas dos o tres momentos inspirados para una historia que seguramente luzca mejor como la obra de teatro que fue. Lo más interesante es que Bacon parodia a esas clases medias que siempre quieren aparentar más de lo que son, aunque ello les obligue a endeudarse hasta las cejas o enredarse en estúpidos altruismos, como adoptar al niño más descarriado de Albany. El filme tiene diálogos divertidos y personajes con retranca —el resignado hombre-para-todo que interpreta Allen Jenkins se lleva la palma — , pero le falta velocidad y un punto de locura.
El chico de Oklahoma (The Oklahoma Kid, 1939) ⭐️⭐️⭐️⭐️
Lloyd Bacon reflexiona sobre lo que es y lo que debería ser la justicia en un western trepidante de principio a fin. Abundan las persecuciones, los tiroteos y los callejones sin salida, escenarios en los que James Cagney se mueve como pez en el agua. Su «chico de Oklahoma» es un outsider de filosofía hedonista al que no le interesa más que sobrevivir en la jungla del Far West. Pero, como ya hiciera en La mujer marcada, Bacon escapa de la presunta ligereza de la trama a través de una escena, la del linchamiento, rodada y montada de forma magistral, que da pie a una venganza frenética y de paso nos pone en alerta sobre lo que podría suceder en el duelo con Whip McCord (Humphrey Bogart). De la película también destacan algunos momentos curiosos, como las carreras de los colonos por hacerse con un pedazo de tierra o James Cagney cantando una nana en español.
El hermano orquídea (Brother Orchid, 1940) ⭐️⭐️⭐️
Al igual que en A Slight Case of Murder, Edward G. Robinson interpreta a un hombre que ha dirigido un imperio al margen de la ley pero que un buen día decide apartarse de la delincuencia y llevar una vida digna. Le saldrá mal, por supuesto, y sus continuos golpes de realidad serán el motor de una más que aceptable comedia gansteril en la que Bogart repite como villano. Vale la pena prestar atención a las irónicas líneas de diálogo que le tocan a Ann Sothern, a la caricatura del vaquero duro de pelar (Ralph Bellamy) y a imágenes divertidas como la del halo de santidad que rodea las cabezas de los frailes cuando el protagonista despierta en el monasterio. Además, siempre es un placer escuchar la perfecta dicción de Donald Crisp en la piel de un personaje tan recto y honorable como los que solía interpretar. Qué pena que Allen Jenkins esté tan desaprovechado…
Larceny, Inc. (íd., 1942) ⭐️⭐️⭐️⭐️
Por fin una película donde Lloyd Bacon pudo exprimir al máximo la vis cómica de Edward G. Robinson, en este caso como capitán de un trío de gánsteres que planean robar un banco. Robinson está muy bien, pero Broderick Crawford y Jack Carson no le van a la zaga en situaciones que llegan a ser desternillantes y en las que se nota la mano de S. J. Perelman, que había sido guionista de los hermanos Marx. De esta forma, el film, que de por sí tiene un ritmo elevado, logra encontrar el equilibrio entre los gags dialécticos y los visuales, además de incorporar una deliciosa pizca de caos escénico. La mecánica del humor es sencilla pero efectiva: cada intento de delinquir por parte de los protagonistas acaba provocando una involuntaria ola de bondad. Jane Wyman y Anthony Quinn cumplen en papeles muy secundarios.
Acción en el Atlántico Norte (Action in the North Atlantic, 1943) ⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️
Más allá de sus fines propagandísticos, Acción en el Atlántico Norte es una excelente película bélica del subgénero de los combates navales. Los impresionantes efectos especiales y el gran trabajo de montaje imprimen un ritmo y una verosimilitud difíciles de encontrar en la década de los cuarenta. Por otro lado, aunque el filme tiene el objetivo de ayudar a engrosar las listas de la marina, lo hace más desde una perspectiva didáctica —incluso pragmática— que recurriendo a las soflamas y los golpes en el pecho. Quizá el último ataque alemán sea un poco precipitado y la subtrama de Bogart con la chica esté de más; pero ello no empaña una cinta que empezó dirigiendo Lloyd Bacon y terminaron entre Byron Haskin y Raoul Walsh (Bacon fue despedido porque se negó a seguir trabajando si Jack L. Warner no le renovaba el contrato).
Eran cinco hermanos (The Fighting Sullivans, 1944) ⭐️⭐️
Impostado homenaje a los cinco hermanos de raíces irlandesas que perdieron la vida en la batalla de Guadalcanal. Los dos primeros tercios de película encadenan una decena de anécdotas de su infancia y adolescencia que preparan el terreno para que el espectador se deshaga en lágrimas cuando llegue la tragedia. Pero la táctica empleada por Bacon —y auspiciada por la 20th Century Fox, que lo había reclutado tras su salida de Warner Bros.— es demasiado burda, con momentos de vergüenza ajena como los protagonizados por el personaje de Anne Baxter. Además, es irónico que un filme de propaganda resulte tan abiertamente antibelicista: nadie en su sano juicio se alistaría en el ejército después de verlo. La entereza de Thomas Mitchell evita un naufragio casi tan importante como el del USS Juneau.