El final de la trilogía
Como en otras ocasiones, el móvil económico fue lo que impulsó a John Ford a embarcarse en el rodaje de Río Grande (1950), que iba a suponer el cierre de la Trilogía de la Caballería que había empezado con Fort Apache (1948) y La legión invencible (1949). Pero, esta vez, el dinero iba ligado a un deseo artístico. Ford tenía entre ceja y ceja rodar El hombre tranquilo en su querida Irlanda, y había conseguido que Republic Pictures le financiara el proyecto. La única condición impuesta por el estudio de Herbert J. Yates fue que, antes de cruzar el charco, le dejara hecho un western con el que paliar las posibles pérdidas que tuviera la adaptación de la novela de Maurice Walsh.
Río Grande vuelve a tener lugar en un fuerte del ejército estadounidense, a pocas millas de la frontera con México y del territorio que aún conservan los apaches. El coronel Kirby Yorke (John Wayne) dirige un destacamento del todo irregular, formado por soldados imberbes, prófugos de la justicia, sargentos borrachos y trovadores uniformados. Para rematarlo, Yorke recibe dos visitas inesperadas: la de su hijo (Claude Jarman Jr.), que se ha alistado voluntariamente; y la de su esposa, Kathleen (Maureen O’Hara). Dos elementos más de tensión si tenemos en cuenta que el coronel Yorke lleva quince años sin ver a ninguno de los dos. El guion, basado en una historieta de James Warner Bellah para el Saturday Evening Post, fue obra de James Kevin McGuinness, quien no trabajaba con Ford en una película de ficción desde los albores del cine sonoro (aunque sí lo hizo en dos documentales sobre la Segunda Guerra Mundial).
Lejos de que la película resultara un trámite a completar antes del rodaje de El hombre tranquilo, Ford elaboró en Río Grande un western de gran complejidad en el que lo épico y lo íntimo se entrelazan con absoluta harmonía. Así, las panorámicas del desierto por donde discurren las cargas de la caballería conviven con primeros planos perfectamente encuadrados que describen el estatus psicológico de los protagonistas. Para conseguirlo, Ford se ayudó del magnífico trabajo de fotografía de Bert Glennon, que tejió algunos planos de ovación en pie. Cito como ejemplo la escena en la que los Sons of the Pioneers cantan la serenata ante el general Sheridan y el matrimonio Yorke: ella está un paso por delante de él, pero al inclinar la cabeza da la impresión de apoyarla sobre el hombro de su marido. Entendemos que le gustaría hacerlo, pero no puede porque la herida aún no ha cicatrizado, y la cámara refleja dicha impotencia mediante una ilusión visual.
Detalles como éste o dobles lecturas como la del hijo de Yorke arrancándole una flecha del pecho a su padre hacen que Río Grande sea una película de lo más sugerente, en la que no hay subrayados ni otro objetivo que narrar mediante imágenes claras y diálogos realistas, nada teatrales. Yorke es «un hombre muy solitario», como dice su esposa, además de introvertido; y por ello aborda las relaciones con los otros personajes dando rodeos. El guion va dejando caer que entre York y su mujer hay una rencilla relacionada con la Guerra Civil, y que el general Sheridan (J. Carrol Naish) tuvo mucho que ver en ella. En términos narrativos, a ojos de Kathleen, Sheridan es el amante de su marido en tanto que le engatusó para arrasar su pueblo natal y alejarlo de la familia que acababan de empezar a construir. Ahí cobra más sentido la conversación inicial entre Sheridan y Yorke, que tiene un tono incómodo, de compartida culpabilidad, así como el hecho de que Kathleen se refiera al sargento Quincannon (Victor McLaglen) como un pirómano.
Al igual que Fort Apache y La legión invencible, Río Grande también trata sobre el honor y la lealtad, pero lo hace desde un punto de vista mucho más íntimo y, sobre todo, compartido: somos capaces de ponernos en la situación de Yorke, de Kathleen o incluso en la de su hijo, cuando se enzarza en una pelea con un compañero bastante mayor que él. Por supuesto hay espacio para mostrar la dinámica de los fuertes y las normas de la caballería, pero esta vez Ford no quiere hacer un fresco que sirva de leyenda nacional, sino contar una historia a ras de tierra. Y recurre en tantas ocasiones a la música de Sons of the Pioneers porque es la manera de que los personajes se pongan frente al espejo (hay que estar atentos la letra de las canciones). Si a todos esos méritos artísticos le unimos el éxito de taquilla (recaudó 2,25 millones de dólares, el doble de lo que costó), podemos concluir que John Ford no sólo se fue a Irlanda con los deberes hechos, sino que lo hizo con la cabeza bien alta.
EXCELENTE | ⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️
Título original: Rio Grande (1950). Dirección: John Ford. Reparto: John Wayne, Maureen O’Hara, Ben Johnson, Claude Jarman Jr., Harry Carey Jr., Chill Wills, J. Carrol Naish, Victor McLaglen, Grant Withers y los Sons of the Pioneers. Duración: 106 minutos. País: Estados Unidos.