
Imprime la leyenda
«Esto es el Oeste, señor. Cuando la leyenda se convierta en un hecho, imprime la leyenda». La cita más recordada de El hombre que mató a Liberty Valance (1962) y, probablemente, de toda la filmografía de John Ford, condensa el mensaje de este western crepuscular que el cineasta de raíces irlandesas había ido macerando, al menos, desde Centauros del desierto (1956). Sin embargo, la frase de marras había ido apareciendo de forma implícita en varias películas de Ford desde la época muda. La construcción del ferrocarril en El caballo de hierro (1924), la masacre de Arizona en Fort Apache (1948) o las biografías de Marty Maher y Frank Wead en Cuna de héroes (1955) y Escrito bajo el sol (1957) son ejemplos de filmes en los que Ford prefirió sublimar los hechos reales para transmitir un mensaje humano e inspirador. La diferencia es que en El hombre que mató a Liberty Valance Ford aplica ese criterio sobre una base de ficción que, a su vez, se sustenta en una mentira que ha durado demasiado tiempo. En este sentido, la película podría verse como una crítica hacia su propio estatus como referente de un género popular que había marcado el imaginario histórico de los estadounidenses.
Así de profunda puede ser la lectura del último gran western de Ford, una película de estudio, sin las épicas persecuciones de Monument Valley ni la amenaza de los indios en Technicolor. Desde el punto de vista formal, el uso del blanco y negro —ya sea por recortes de presupuesto o para disimular las edades de John Wayne y James Stewart— dota a la película de un carácter ominoso, como si fuera el anuncio de la victoria pírrica que va a acontecer. Más allá de los bellos angulares que componen el duelo entre Ransom Stoddard (James Stewart) y Liberty Valance (Lee Marvin), la puesta en escena es austera, con planos estáticos que se limitan a mostrar cómo fueron los hechos y van desnudando la integridad del abogado que años atrás vino a poner orden en Shinbone.
La película es profunda porque los personajes son profundos, complejos, atormentados. No hay duda de que Ransom Stoddard encarna la civilización y el progreso; de hecho, le vemos regresar a Shinbone en ferrocarril —el gran símbolo del cambio en el Salvaje Oeste — , convertido en senador y siendo reverenciado por sus antiguos vecinos. Un hombre que creía en la justicia a través de las palabras y no de las armas, pero que tuvo que recurrir al asesinato de un forajido para cimentar su carrera profesional y su matrimonio. Nada que objetar, pensamos, hasta que poco a poco descubrimos que no fue él quien mató a Valance, y que además ha esperado a la muerte del verdadero héroe para confesarlo. Ese héroe es Tom Doniphon (John Wayne), el vaquero que entendió, a su pesar, que la mejor contribución que podía hacer a su pueblo, a su país, era ceder la gloria de aquel duelo a un hombre con los valores morales de Stoddard. Al fin y al cabo, el mundo de Doniphon —el Oeste cinematográfico— ya estaba condenado a la extinción.
Podríamos decir que ambos hicieron lo que tenían que hacer: Doniphon se sacrificó para favorecer eso que llamamos progreso social, y Stoddard aceptó el regalo porque representaba una oportunidad única de imponer la ley y el orden en un mundo todavía salvaje. Pero, como es lógico, se trata de una decisión traumática para los dos. Doniphon pasa a ser el marginado del pueblo, donde todos creen que se ha amargado porque ni mató a Valance ni pudo conquistar a Hallie (Vera Miles), su gran amor, que acabó casándose con Stoddard. Por su parte, el actual senador ha tenido que lidiar con el peso de la culpa y con la duda eterna de si Hallie no habría preferido vivir analfabeta y más bruta que un arado en brazos de un hombre analfabeto y más bruto que un arado, pero de corazón puro y con la conciencia limpia.
Finalmente, otro de los temas básicos que trata El hombre que mató a Liberty Valance es el papel de los medios de comunicación en la cohesión de una sociedad. Regresando al primer párrafo del texto, cuando el editor del periódico local tiene que decidir entre revelar la verdad o pasar de largo, opta por perpetuar la leyenda que ha encumbrado a Ransom Stoddard. Es una decisión hipócrita, que va en contra de las normas éticas del periodismo; pero es una decisión lógica, pues respeta la voluntad de Doniphon, cuyo sacrificio habría sido en vano. Vislumbramos un pesimismo del que Ford ya había hecho gala en sus últimas películas: el director llega por fin a la conclusión de que, para tener éxito, es más importante parecer honrado que serlo. Otra cosa es que el individuo sepa en su fuero interno si actuó como debía y si será capaz de negociar, en privado, con su conciencia. Sea como sea, será una negociación que dejará cicatrices.
EXCELENTE | ⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️
Título original: The Man Who Shot Liberty Valance (1962). Dirección: John Ford. Reparto: James Stewart, John Wayne, Vera Miles, Lee Marvin, Edmond O’Brien, Andy Devine, Ken Murray, John Carradine, Jeanette Nolan, John Qualen. Duración: 123 minutos. País: Estados Unidos.